viernes, 10 de junio de 2016

Superhéroe (I)

Imagina que pudieses tener un poder. Cualquiera. ¿qué poder pedirías?
Seguramente has pensado en volar, teletransportarte o leer la mente. También puedes pensar en superfuerza, visión de rayos X o que puedas trepar por las paredes. Bueno pues esos son los poderes guays, para que nos entendamos, son los futbolistas dentro del mundo de los superhéroes.   
 Y luego estamos los pringados, los que ¡ Uy que bien! Tenemos un poder… pero no exactamente con lo que habríamos soñado. Tu me dirás “Eh, no te quejes, que al menos tienes un poder. Yo no consigo ni abrir una lata de atún sin que salte el aceite”. No sabría cómo responderte de una manera pedagógicamente correcta, pero puedo decirte que a veces puede resultar de lo más desagradable o psicológicamente doloroso.

En el grupo de autoayuda al que comencé ha ir hace un año (no doy muchos detalles porque es súper secreto y eso) conocí varios “héroes” que tal vez habrían deseado no serlo nunca. Estaba Juan, también conocido como “EL INCREÍBLE HOMBRE SALCHICHA” (y que conste que el nombre se lo puso él) cuyo ENOOOORME poder consistía en… parecerse a una salchicha de metro ochenta. Sinceramente no me extraña que fuese a un grupo de autoayuda. Si tu objetivo es trabajar como hombre promocional de bar de hot dogs, fantástico, pero si quieres salvar a la humanidad del crimen, lo máximo que puedes conseguir es que les de hambre durante la batalla. Algo que, llamadme escéptico, puede resultar un tanto inocuo.
También estaba Mireia, que la chica era mona para hartarse. Y cuando digo mona es que podría transformarse en un mono. Pero no en un monete bonito, de los de “ay que monico más rico”, sino en un macaco de los de culo pelado y olor más o menos pocilguero. Y claro, ella, que se había gastado su pasta en ponerse extensiones y en operarse las tetas a sus 24 años, quedó un poco traumatizada al mirarse al espejo una noche y descubrir que, no sólo se había convertido en un mono, sino que además era un mono con tetas y extensiones. Por lo tanto, no era bien recibida en el mundo de los monos como tal y como humana seguía teniendo un precioso culo de mandril rojo como un guiri en la playa a las 12 de la mañana.


¿Qué por qué os cuento esto? Pues porque a mi también me tocó un poder, aunque no era ninguno de los que yo habría deseado. 
¡Ah! Y por cierto, eso de que te muerda un bicho radiactivo tampoco es que sea la repera.  Algún día os contaré que le pasó a mi amigo Gustavo, que se dedicó a recoger muestras de restos vegetales en una playa no muy lejana a Fukusima y acabó teniendo el impresionante poder de brillar en la oscuridad y un melanoma de un extraño color rosa fluorescente.

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