Imagina que pudieses tener un poder.
Cualquiera. ¿qué poder pedirías?
Seguramente has pensado en volar, teletransportarte
o leer la mente. También puedes pensar en superfuerza, visión de rayos X o que
puedas trepar por las paredes. Bueno pues esos son los poderes guays, para que
nos entendamos, son los futbolistas dentro del mundo de los superhéroes.
Y
luego estamos los pringados, los que ¡ Uy que bien! Tenemos un poder… pero no
exactamente con lo que habríamos soñado. Tu me dirás “Eh, no te
quejes, que al menos tienes un poder. Yo no consigo ni abrir una lata de atún
sin que salte el aceite”. No sabría cómo responderte de una manera
pedagógicamente correcta, pero puedo decirte que a veces puede resultar de lo
más desagradable o psicológicamente doloroso.
En el grupo de autoayuda al que comencé
ha ir hace un año (no doy muchos detalles porque es súper secreto y eso) conocí
varios “héroes” que tal vez habrían deseado no serlo nunca. Estaba Juan,
también conocido como “EL INCREÍBLE HOMBRE SALCHICHA” (y que conste que el
nombre se lo puso él) cuyo ENOOOORME poder consistía en… parecerse a una
salchicha de metro ochenta. Sinceramente no me extraña que fuese a un grupo de autoayuda. Si tu
objetivo es trabajar como hombre promocional de bar de hot dogs, fantástico,
pero si quieres salvar a la humanidad del crimen, lo máximo que puedes
conseguir es que les de hambre durante la batalla. Algo que, llamadme
escéptico, puede resultar un tanto inocuo.
También estaba Mireia, que la chica era
mona para hartarse. Y cuando digo mona es que podría transformarse en un mono.
Pero no en un monete bonito, de los de “ay que monico más rico”, sino en un
macaco de los de culo pelado y olor más o menos pocilguero. Y claro, ella, que
se había gastado su pasta en ponerse extensiones y en operarse las tetas a sus
24 años, quedó un poco traumatizada al mirarse al espejo una noche y descubrir
que, no sólo se había convertido en un mono, sino que además era un mono con
tetas y extensiones. Por lo tanto, no era bien recibida en el mundo de los monos
como tal y como humana seguía teniendo un precioso culo de mandril rojo como un
guiri en la playa a las 12 de la mañana.
¿Qué por qué os cuento esto? Pues porque
a mi también me tocó un poder, aunque no era ninguno de los que yo habría deseado.
¡Ah! Y por cierto, eso de que te muerda un bicho radiactivo tampoco es que sea
la repera. Algún día os contaré que le
pasó a mi amigo Gustavo, que se dedicó a recoger muestras de restos vegetales
en una playa no muy lejana a Fukusima y acabó teniendo el impresionante poder de
brillar en la oscuridad y un melanoma de un extraño color rosa fluorescente.